Era miércoles. El Dr. Lacórdoba y yo, la Dra. Perla, caminábamos por los pasillos de la Unidad 7 del Hospital Gutiérrez. Nos detuvimos ante una puerta donde un niño estaba en aislamiento. Estaba con su mamá, nos miró por el vidrio y nosotros nos miramos como sabiendo que queríamos intentar hacer algo, aunque fuera a través del vidrio, para ese niño que nos lo pedía con la mirada. El Dr. Lacórdoba me dijo: “Tengo un truco de cartas muy lindo, el único problema es que vos vas a ver el truco”. Aunque creo mucho en la magia y no me gusta saber los trucos dije: “¡Hacelo!”.
Fue ahí que vi algo que nunca había visto de esa manera: el Dr. Lacórdoba realizaba la proeza, las cartas aparecían sin cesar en su mano, se iba una y venía otra, en un sinfín que el niño miraba maravillado, emocionado.
Pero fui yo quien ese miércoles quedé emocionada. Porque si bien vi el truco de esas cartas que se sucedían, lo único que en verdad podía ver era a mi compañero con una convicción increíble, que sostenía la creencia. Creía en ese mundo que le ofrecíamos a ese niño y en ese instante ese mundo era “el mundo”. En ese instante entendí cómo funcionaba la magia.
Al irnos caminando por el pasillo, le dije al Dr. Lacórdoba: “Quizás la vida se trate un poco de eso, de sostener la creencia de eso que queremos que suceda con eso otro que también inevitablemente está sucediendo”. Ahí está el verdadero truco.
Dra. Perla (Romina Amato)
Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez