Ese día la Doctora Marta y yo, la Doctora Stacatta, entramos en una habitación donde una bebita dormía y una nena de 8 años dibujaba. Había un clima tranquilo y, después de pedir permiso, entramos casi en puntas de pie.
En un comienzo, la nena estaba seria y no dejaba de fijar la vista en su dibujo y en su papá que la acompañaba de cerca. Luego con Marta comenzamos a intentar adivinar lo que estaba dibujando, inventando historias y preguntándole “¿Es esto?” Entonces la nena comenzó a interactuar negando lo que nosotras decíamos hasta que acertábamos.
Dentro de ese juego comenzamos a imaginar lugares donde podríamos viajar las tres, por ejemplo, a la montaña; ella decía que no; a la plaza; ella decía que no. Hasta que dijimos “¡al mar!”. Sus ojitos se iluminaron ¡Ese era el lugar donde sí quería viajar! Y allí mismo, cantando, viajamos juntas al mar.
La Doctora Marta nadaba con las olas, yo cantaba la canción del mar y en el rostro de la nena comenzaba a brillar el reflejo de una sonrisa.
En ese momento la bebita despertó y todas cantamos una canción de cuna.
Con la Doctora Marta salimos de la habitación con la alegría de haber viajado juntas en la alquimia mágica de la transformación que nos regala este trabajo.