Jueves por la mañana, Hospital Elizalde. Desde la ventana de una habitación vemos a una niña sentada en su cama haciendo un dibujo. El Dr. Lacórdoba y yo, Dr. Aerosmith, abrimos la puerta de la habitación y nos asomamos. Pedimos permiso. Lo da. Entramos.
La niña nos recibe con una sonrisa. Sus ojos no se separan de la hoja. Su mano sigue dibujando. Tiene una fibra azul y otra naranja. Nos acercamos. Vemos que ya dibujó un árbol y un banco. En ese momento está coloreando el banco.
Con mi ukelele, musicalizo suavemente el momento en que la niña artista dibuja y empiezo a inventar la letra de una canción. La canción habla de mi búsqueda de un amor, de mi desesperada búsqueda de un amor.
El Dr. Lacórdoba me interrumpe para decirme que me quede tranquilo, que en ese dibujo que está haciendo la niña hay un árbol y un banco, que si al salir de la habitación voy al patio del hospital y me siento en uno de los bancos junto a un árbol, el amor llegará.
Yo le digo que no es así, que en el dibujo no hay una persona, que en el dibujo no está mi amor. Y la niña, aún sin quitar los ojos de la hoja, comienza a dibujar a una mujer. Le hace las piernas, los brazos, el pelo largo.
Mientras tanto, canto. Y al cantar me quejo de que esa persona puede ser cualquier persona y no mi amor. El Dr. Lacórdoba vuelve a interrumpirme y me dice que me quede tranquilo, que si la niña artista le agrega un corazón eso quiere decir que será mi amor.
La niña no tarda ni un segundo en dibujar un enorme corazón sobre la persona. Levanta la cabeza, nos mira, estira el brazo y nos da el dibujo.
Minutos más tarde salimos al patio del hospital y me siento en el banco a esperar. Un minuto. Diez minutos. El amor no llegó. Pero nos fuimos del hospital con un dibujo hermoso y una historia para contar.
Dr. Aerosmith (Hernán Salcedo)
Hospital de Niños Pedro Elizalde (ex Casa Cuna)